La epopeya de la piedra

La epopeya de la piedra

Hace 15 años, entre los efluvios del maíz fermentado en la casa del “dios de la piedra” Thao Mi Giang, en la comuna de Dong Van, escuché de sus labios las historias sobre el culto a la piedra en esta tierra. Él es considerado por los mong de esa localidad como una “deidad” porque posee la habilidad de encontrar piedras adecuadas para tallar y edificar casas, fabricar utensilios de uso diario, como morteros o mazos, y levantar los célebres muros de la región. Fue personaje central del documental “La canción en la cima de Ta Lung”, dirigido por Mac Van Chung, que obtuvo numerosos premios en festivales de cine nacionales e internacionales.

Los mong de la meseta rocosa de Dong Van cultivan en cavidades de piedra, un conocimiento declarado Patrimonio Cultural Inmaterial Nacional en 2014. FOTO: THONG THIEN/VNP

Giang me contó entonces que los mong en la meseta rocosa de Dong Van creen que, en un principio, la Tierra no era más que una masa de barro blando. Dos deidades gigantes, Ong Tray y Ba Tray, crearon la piedra y con ella hicieron del planeta un lugar sólido y duradero. También fue el roce de las piedras lo que dio origen al fuego: fuente de luz, calor y cocción de los alimentos, y lo que permitió la aparición del maíz, convertido más tarde en el cultivo esencial de los mong.

En sus relatos, evocó la larga lucha de los mong por dominar la piedra y sobrevivir. Él mismo heredó de sus antepasados el arte de identificar las rocas que podían transformarse en morteros, mazos, peldaños o pilares. “Aquí hay piedras en abundancia —me decía—, pero no todas sirven; hay que buscar aquellas maduras, sin grietas ni vetas de color, solo así se pueden trabajar”.

Una casa mong rodeada de cercas de piedra en medio del paisaje de rocas kársticas. FOTO: VIET CUONG/VNP
 

Según Giang, toda la juventud mong nacida antes de 1980 sabía tallar y labrar piedra. Los más jóvenes la cortaban en bloques cuadrados, rectangulares o circulares para levantar basamentos y escalones; los mayores llegaban a esculpir molinos de grano o delicadas flores de piedra como ornamento.

Siguiendo sus indicaciones, me dirigí a la familia Chu en la aldea de Sung Cang, célebre por el arte de forjar rejas de arado sobre la roca. En la herrería de Chu Dung Xiu, uno de los tres hogares de ese linaje, el fuego nunca se apaga. Con un vietnamita rudimentario, Xiu me explicó amablemente: “Los mong de la familia Chu usamos hierro común, pero con moldes de arcilla y secretos heredados fabricamos rejas de arado fuertes, de forma especial, capaces de hendir la roca y remover la tierra para la siembra”. Cada vez que terminaban una pieza, su esposa e hijos la llevaban a los mercados de Dong Van o Meo Vac para venderla a quienes luchan, piedra a piedra, por su sustento.

Los mong en Dong Van suelen extraer piedra en primavera para construir cercas y fabricar herramientas para el trabajo y la vida diaria. FOTO: VNP
 

La culminación de la conquista de la piedra por los 17 grupos étnicos que habitan la meseta de Dong Van fue la técnica de cultivo en grietas rocosas. Vang Mi Cho, otro de los protagonistas del documental “La canción en la cima de Ta Lung”, compartió conmigo: “Los mong, los tay, los nung… levantamos muros de piedra para cercar nuestros campos; luego cargamos tierra desde otros lugares para rellenarlos. En esas pequeñas parcelas, la tierra se aferra a la roca y los muros conservan el agua, permitiendo crecer al maíz y al alforfón”.

Si Thao Mi Giang era visto como “dios de la piedra”, en Dong Van también se conocía a Lau Then So como “dios del fuego” y a Vang Mi Cho como “dios del agua”. Los tres participaron en la apertura del “Camino de la felicidad”, de 185 kilómetros, que recorre toda la meseta rocosa, concluido en 1965. Más tarde, en la guerra de defensa fronteriza de 1979, aquellos tres hijos eminentes del pueblo mong ofrecieron su sacrificio: uno perdió un brazo, otro una pierna y el tercero un ojo, sellando el juramento de “Vivir aferrados a la piedra, morir transformados en piedra inmortal”.

Cercas de piedra en la aldea de Lo Lo Chai. FOTO: VNP

Cuando regresé a Dong Van a inicios de 2025, supe que el “dios del fuego” Lau Then So y el “dios del agua” Vang Mi Cho ya habían vuelto a la piedra. Sus tumbas, levantadas con roca, descansan con orgullo en la cordillera de Ta Lung. “Así somos los mong —me confesó con nostalgia Thao Mi Giang—: al morir volvemos a la piedra, para dejar un poco de tierra a los brotes de maíz, a los ciruelos, a los durazneros y al alforfón que florecen y fructifican” .

Pho Cao es famoso en la meseta rocosa por su técnica de apilar cercas de piedra. FOTO: TAT SON/VNP

La naturaleza parece compensar a los hombres que sobreviven en la meseta rocosa de Dong Van: de marzo a noviembre, cuando todo es piedra reseca, la primavera viste estas montañas con un manto de flores que parecen sacadas de un cuento: mostaza, alforfón, ciruelos y duraznos, todos en flor.

Turistas contemplan la pendiente Tham Ma en la meseta rocosa de Dong Van. FOTO: HOANG HA/VNP

Thao Mi Giang me contó: “Hace unos 300 años, cuando los mong emigraron a estas tierras, eligieron asentarse allí donde crecían bosques de ciruelos y duraznos centenarios. Solo trajeron consigo semillas de maíz, lino, alforfón y mostaza, para sembrar y subsistir en medio de la conquista de la roca gris”. Quizá por eso, donde existen huertos de duraznos, ciruelos y flores de alforfón y mostaza brotando entre la piedra infinita, allí hay un poblado mong.

Las arquitecturas de piedra —cercas, motivos ornamentales, herramientas—, sumadas a la belleza de las estaciones de flores, han atraído en la última década a millones de visitantes nacionales y extranjeros.

Turistas conquistando el paso de Ma Pi Leng. FOTO: HOANG HA/VNP
Valle de Sung La en la meseta rocosa, escenario de varias películas famosas como “Chuyen cua Pao” (La historia de Pao) y “Lang yen duoi vuc sau” (Silencio en el abismo). FOTO: TRAN HIEU/VNP

 

Cada año, el fotógrafo Tran Cao Bao Long, desde la lejana Ciudad Ho Chi Minh, recorre más de 2 000 kilómetros hasta Dong Van en primavera y permanece allí durante semanas, buscando instantes irrepetibles de la vida cotidiana. “Convivo con una familia mong en Lung Cam, ya soy como uno más de la casa. Tienen un homestay llamado Moc. Moc es distinto a otros pueblos turísticos: hay silencio, sencillez en la decoración y una hospitalidad cálida de sus dueños”.

En Moc, las paredes están cubiertas de fotografías impactantes: campos de mostaza amarilla, viejos cerezos silvestres en flor bajo el sol matinal, retratos de quienes “viven sobre la piedra”… imágenes donadas por profesionales del lente que alguna vez se alojaron allí y regresaron para dejar su obra. “Esta foto del campo de mostaza la tomé la primavera pasada —me confesó Tran Cao Bao Long—. La amplié y la regalé a la familia. Así, cada vez que vuelvo a Moc, siento que regreso a mi propio hogar”.

 

La temporada de flores de alforfón en Dong Van suele comenzar de octubre a diciembre. FOTO: VNP
 

Dong Van no solo cautiva a turistas y fotógrafos, también es un inmenso plató para el cine vietnamita. Con la idea de que “el cine abre camino al turismo”, películas con escenas icónicas, como “Chuyen cua Pao” (La historia de Pao), “Lang yen duoi vuc sau” (Silencio en el abismo), “Bau troi do” (Cielo rojo) o “Tet o lang dia nguc” (Año Nuevo en el pueblo del infierno), han acercado la meseta rocosa a espectadores dentro y fuera del país.

 

Y más allá de artes audiovisuales, la literatura también ha dejado su huella. El libro de viajes “Thuong nho Dong Van” (Nostalgia de Dong Van), de Thuy Tran, revela que Dong Van no es solo piedra afilada, casas de tierra apisonada y caminos serpenteantes, sino también mercados rebosantes de identidad montañesa. Thuy Tran asegura: “Si vienes a Dong Van, tienes que visitar al menos un mercado, dejarte llevar por la música del dan moi (arpa de boca, instrumento musical tradicional de los mong), sentarte junto a una olla humeante de thang co, beber un cuenco de licor de maíz y fumar una pipa de tabaco para templar el cuerpo”. El mercado de piedra de Dong Van sigue en pie, protegido como testimonio del esfuerzo extraordinario de esta gente frente a la adversidad.

Un homestay de la etnia lo lo con estructura de terrazas de piedra. FOTO: THONG THIEN/VNP
Homestay mong en la aldea de Lao Xa. FOTO: NGUYEN THANG/VNP
Interpretación de khen mong (flauta de boca tradicional) en el mercado de Dong Van. FOTO: CONG DAT/VNP

Para el “dios de la piedra” Thao Mi Giang, ya cercano a los 92 años, que ha vivido todas las alegrías y las penas de esta meseta, la satisfacción es plena: ver que su tierra natal se ha convertido en la “capital del turismo del noreste”. Mirando hacia la cordillera de Ta Lung, envuelta en bruma, recita en lengua mong un proverbio ancestral: “No hay montaña más alta que la rodilla de un mong”, símbolo del espíritu indomable de su pueblo en la conquista de la roca ./.

  • Por:  Thong Thien
  • Fotos:  Nguyen Thang, Hoang Ha, Thong Thien, Tat Son, Viet Cuong, Tran Hieu,
    Cong Dat/VNP y archivos
  • Diseñado por:  Huong Thao

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