Embajador Fredesmán Turró González: un cubano con corazón vietnamita
“Considero a Vietnam mi segunda patria y creo que soy mitad vietnamita”. Quien pronuncia estas palabras es Fredesmán Turró González, exembajador de Cuba en la nación indochina y actual vicepresidente de la Asociación de Amistad Cuba-Vietnam, un amigo entrañable al que, en Hanói, muchos siguen llamando cariñosamente “el camarada Hung”.
A lo largo de casi seis décadas de vínculo ininterrumpido con Vietnam, ha contribuido a consolidar una relación de hermandad excepcional en la historia diplomática mundial, convirtiéndose en uno de los símbolos vivos de la relación especial entre Vietnam y Cuba.
Recuerdos de un estudiante cubano en Hanói en tiempos de guerra
En 1968, el joven de 18 años Fredesmán Turró González llegó por primera vez a Vietnam. El IL-14 que transportaba a los estudiantes cubanos aterrizó en el aeropuerto internacional de Gia Lam casi al anochecer. “La persona que nos recibió nos entregó un casco militar a cada uno, lo cual a priori nos pareció algo raro, aunque no tardamos mucho tiempo en comprender su importancia”, recuerda.
Desde el aeropuerto, viajó en un jeep GAZ-69, cruzando el río Rojo por un puente de pontones, hacia el lugar de evacuación en una pequeña aldea de la antigua provincia de Ha Tay (hoy parte de Hanói). Allí, entre noches de refugio y mañanas tranquilas tras la señal que anunciaba el fin de la alarma, compartiendo la vida con los campesinos, comenzó a germinar en él un afecto profundo por aquella tierra lejana.
“Vietnam era entonces un país pobre, sacrificado, que vivía y trabajaba para hacer realidad la consigna ‘Todo para el frente, todo por la victoria’. Su gente, muy valiente, noble, solidaria y optimista, que nos acogió, cuidó, y protegió como a sus propios hijos”.
El nombre “Hung” también nació allí. “Mi nombre era difícil de pronunciar, así que los profesores me dijeron que me llamarían Hung”. No olvida la imagen de los niños que se paraban a los lados del camino y le saludaban al pasar: “¡Chao chu Hung a!” (¡Hola tío Hung!). Años después, al presentar sus cartas credenciales ante los presidentes Tran Duc Luong en 1999 y Nguyen Minh Triet en 2008, fue recibido con similar saludo: “¡Bienvenido, camarada Hung!”.
En mayo de 1969, tuvo el honor de conocer al Presidente Ho Chi Minh en la conmemoración del 15º aniversario de la victoria de Dien Bien Phu, cuando acompañaba al embajador de Cuba como intérprete. Ese recuerdo orgulloso, junto con la imagen de un Hanói bajo los bombardeos y la gente vietnamita sencilla pero indomable, quedó grabado para siempre en su vida.
Tras casi una década de estudios y trabajo en Hanói, regresó a Cuba llevando consigo un dominio fluido del idioma vietnamita y un corazón lleno de afecto por la tierra de Annam. En el Ministerio de Relaciones Exteriores inició su carrera diplomática, pero como él mismo reconoce: “Vietnam nunca salió de mi mente”.
El diplomático que tendió un puente de hermandad
En 1999, Turró González regresó a esta ciudad como embajador extraordinario y plenipotenciario de Cuba en Vietnam. Hasta la fecha, es el único diplomático cubano que ha ejercido aquí dos mandatos (1999-2004 y 2008-2013). Esas dos etapas lo ubicaron en una posición clave para fortalecer y profundizar la relación especial Vietnam-Cuba.
Para él, su mayor aporte fue ser un puente humano entre los dirigentes y los pueblos de ambas naciones. Desde 1971, cuando fue nombrado intérprete principal de la embajada de Cuba, ya desempeñaba un papel esencial en la comunicación bilateral. En particular, su profunda investigación sobre la cultura e historia vietnamita a través de sus tesis le ayudó a convertirse en un sensible conector entre los dos países.
Durante sus mandatos, contribuyó a impulsar la cooperación en campos estratégicos como la agricultura y la biotecnología, al mismo tiempo que compartió valiosas experiencias sobre el mercado vietnamita para alentar a las empresas cubanas a ser más proactivas e innovadoras.
Con 24 años de vida en Vietnam y un vínculo con el “país con forma de S” por más de 57 años, ha sido testigo de casi todo el camino de modernización de esta nación. Admiró especialmente la visión y la entereza de su Partido Comunista en el proceso de Doi Moi (Renovación) de 1986, considerándolo una lección valiosa para Cuba.
“Lo que más me conmueve es cómo Vietnam logró reducir la pobreza y sacar a millones de personas de las dificultades. Yo conocí un Vietnam pobre, y ver su transformación me llena de admiración”. Por esa misma admiración, apunta, los máximos dirigentes cubanos, incluido el primer secretario del Partido Comunista y presidente, Miguel Díaz-Canel, han afirmado reiteradamente que Vietnam es un referente del que Cuba siempre aprenderá.
Con dedicación incansable, Fredesmán recibió dos veces la Orden de la Amistad (2004 y 2013), otorgada por el Estado vietnamita, así como el título de Ciudadano Honorífico de Hanói (2014), distinción que considera “el mayor orgullo de su vida”.
Hoy, aunque ya no es embajador de la “Isla de la Libertad” en Vietnam, continúa siendo “un cubano con el corazón vietnamita” desde su labor como vicepresidente de la Asociación de Amistad Cuba-Vietnam, nutriendo incesantemente la relación bilateral.
Un cubano con corazón vietnamita
A sus setenta y tantos años, Fredesmán sigue hablando apasionadamente sobre Vietnam en un vietnamita lleno de emoción. En su pequeña casa en La Habana, adornada con imágenes y recuerdos del país indochino, relata sobre las calles de Hanói con olor a “flor de leche”, el sabor del nem ran (rollito frito), el bun cha, el pho (sopa de fideos), y sobre la nación a la que, dice, siempre estará profundamente agradecido, y precisa: “el país que me acogió como un hijo, me formó profesionalmente y me inculcó, en la etapa más importante de la formación de un joven, valores éticos y morales, y una filosofía de vida que me ha acompañado y guiado siempre”.
Cree firmemente que la relación entre Vietnam y Cuba es eterna: “No hay vietnamita que no conozca las palabras de Fidel (Castro): ‘Por Vietnam estamos dispuestos a dar hasta nuestra propia sangre’. Y los vietnamitas dicen: ‘Ayudar a Cuba es un mandato del corazón’. Ese es el espíritu de una hermandad para siempre”.
A la juventud de ambos países les dedica un mensaje sencillo pero profundo: “¡Conserven y enriquezcan esta relación! Es un símbolo de amistad, confianza y dignidad entre nuestros dos pueblos”./.
Por VNP/Le Hien Fotos: VNA y archivo personal del entrevistado












