En vísperas de ese día, la calle de Hang Ma, en el Centro de esta capital, se convierte en un efervescente mercado, repleto de objetos como ropas, sombreros, mantos y calzado de papel destinados a esos santos.
Las familias preparan las ofrendas, encienden inciensos y queman esas vestimentas de papel para rendir culto a sus dioses de la cocina.
Se suele depositar en una vasija con agua una carpa viva o tres pequeñas para, una vez transcurrida la ceremonia correspondiente, liberarlas en un río cercano.
Cuenta la mitología que los genios pueden llevarse la carpa convertida en dragón al paraíso, para a rendirle cuenta al Emperador de Jade sobre el comportamiento del jefe de la casa.
Después de cumplir su misión, retornan a su albergue terrenal para continuar velando por la buena conducta y la prosperidad en la cocina, termómetro del bienestar.
El fuego de la cocina simboliza la reunión familiar, abundante cosecha y desarrollo agrícola. Por eso, esta costumbre milenaria expresa aspiraciones a la felicidad y prosperidad de los vietnamitas ante la llegada del Tet.
VNA/VNP